La verdad es que los navarreses siempre han estado ligados a La Corona,
desde los tiempos más remotos. Los Reyes Católicos, su hija doña Juana de
Castilla, su nieto, el todopoderoso Carlos V, Felipe II, Felipe IIi, Fernando
VI, Carlos IV y Alfonso XII tuvieron una relación especial con esta ciudad
que lleva el nombre de Nava del Rey y que permaneció fiel a La Corona.
Bueno, fue leal a la Corona salvo en una ocasión -hay que decirlo todo-,
cuando en el trienio liberal una radical oposición convirtió Nava del Rey en
Nava de la Libertad. Fue en 1868, pero el nuevo nombre sólo duró seis años.
El gran inconveniente de aquella Revolución fue el saqueo de la iglesia y la
desaparición de pendones, banderas y tapices monárquicos que allí se
exponían, y que eran de incalculable valor histórico.
Pero, la verdad, es que los navarreses siempre han estado ligados a los Reyes.
Aquí, los monarcas se aprovisionaban de caza y de vino. Y las relaciones con
los navarreses eran de privilegio. Los Reyes Católicos frecuentaban estos
lugares y su hija Juana se proveía de alimentos en La Nava. El emperador
Carlos V, nos concedió exenciones sobre los hombres de armas y los
navarreses quedaron libres de pagar con conejos, gallinas, corderos, cereales y
aposentos a los ejércitos reales.    Y Felipe   II,   también se portó
maravillosamente con La Nava, y hasta nos concedió el blasón que ahora
conocemos, con las armas y el escudo de los reinos de Castilla y León.
También Felipe III confirmó estas exenciones y privilegios a La Nava, según
consta en un texto original del Archivo de Simancas, fechado el 27 de julio
de 1705, en un pergamino, "sellado con mi sello de plomo, pendiente de hilos
de seda de colores y dado en el séptimo año de nuestro reinado ", según se
indica el en documento.
Esos días de dádivas y concesiones reales llenaban de alegría a los navarreses,
que estarían tan contentos y motivados como lo están hoy en que comienzan
oficialmente las fiestas. Lo mismo que cuando se proclamó Rey Femando VI,
en que Nava del Rey, haciendo alusión a su nombre, se engalanó hasta la
bandera, como se recoge en los textos históricos. Ese también fue un día de
fiesta impresionante. Era el 9 de octubre de 1746 y la fachada del
Ayuntamiento estaba adornada con colgaduras de seda encarnadas, con el
escudo real en el centro, doseles en las ventanas y las mesas cubiertas de
almohadones de terciopelo también encarnado.
Al son de timbales y clarines aparecieron   los señores alcaides de los dos
estados, regidores y procuradores del Común.