LA VUELTA A MI PUEBLO

Poesía del poéta navarres Juan de la Rosa

1 Ya de regreso en mi villa

Virgen de la Concepción

te ofrezco, con fe sencilla

esta humilde florecilla

fruto de mi devoción.

10 Esa luz que fue brillando

siempre amiga ante mis ojos

cuando iba yo caminando

por una senda de abrojos.

2 Acógela, Virgen bella,

que aunque no es digna de ti,

por lo menos hay en ella

algo de la santa huella

que mi madre dejó en mi.

11 Esa luz que misteriosa

es del cielo emanación,

y brilla en la faz hermosa

de la pura Concepción.

3 ¡Nava del Rey!

Amoroso nido de la infancia mía,

donde viví tan dichoso

allá, cuando Dios quería.

12 Cuantas, la tarde al caer

Virgen por siempre bendita,

ansiando orar y creer

he subido hasta tu ermita.

4 Cansado ya de luchar

con ese mundo agitado,

tu suelo vuelvo a pisar

?ni envidioso ni envidiado.

13 ¡Que mucho que en contemplarte

ponga yo mi afán y verte;

que mucho que quiera amarte

Para lograr merecerte!.

5 De toda ambición ajeno,

sin pensar en lo que fui,

vengo a morir en tu seno

pues de tu seno salí:

14Si eres tu ya, Virgen bella,

lirio de nevado broche

la sola, y única estrella

que alumbra mi eterna noche.

6 Como el ave extraviada,

que encuentra el rumbo perdido

y ya de volar cansada,

vuelve otra vez a su nido.

15 Tú cuyos pies aplastaron

del pecado la serpiente,

a cuyos ojos llenaron

De clara luz el ambiente.

7 Yo vengo una luz buscando,

clara, pura, esplendorosa

La luz que me fue guiando

En mi existencia azarosa.

16 Tú, fuente de eterna vida;

tu del mundo redentora;

tu, el amparo, tú, la elegida

del que sufre y del que llora.

8 Luz que al corazón inflama

y le infunde nuevo aliento;

luz eterna, cuya llama

Purifica el pensamiento.

17 Por el hijo que en la cruz

viste morir entre llanto,

alúmbrame con tu luz

y cúbreme con tu manto.

9 Esa luz que me mostró

mi madre cuando era niño,

y que por siempre enlazó

su cariño a otro cariño.

18 Quiero con rancias historias

refrescar la edad pasada,

y renovar las memorias

de la niñez encantada.


19 Quiero Nava, recorrer

tus llanuras y tus valles,

y la vida renacer

en tus plazas y en tus calles.

28 Convento en el que anida

la inalterable pureza

de vírgenes, cuya vida

después de la muerte empieza.

20 Contemplar mi vista anhela

tu torre de tanta altura,

que, cual viejo centinela

se levanta en la llanura.

29 Que Dios las quiere ocultar

allí, para defenderlas

como en el fondo del mar

ocultas tiene las perlas.

21 Torre que en el aire ufana

se alzó, despreciando el suelo

y como la fe cristiana

logró remontarse al cielo.

30 Y la hermosa Colegiata,

centro de mis alegrías

cuando el órgano desata

sus sonoras armonías.

22 Torre cuya elevación

hace en el alma brotar

la fe de la religión

el cariño del hogar.

31 Y la Virgen del Rosario,

la que un amor me inspiró,

que el viento revuelto y vario

de la ausencia no borró.

23 Y cuyas piedras alzadas

con artística belleza

de las edades pasadas

nos dejaron ver la grandeza.

32 Las ermitas, do consuelo

están brindando piedad,

la Virgen del Carneruelo

y la de la Soledad.

24 Tus viñedos, tus sembrados

que dan a los labradores

sus bienes centuplicados

para premiar sus sudores.

33 Buscar la casa afanosa

dó los Carmonas nacieron,

los que con buril pasmoso

alta fama a España dieron.

25 El espacioso hospital

de su caridad reflejo

que alzó con su capital

Antonio Alonso Bermejo.

34 Los de inspiración valiente,

artistas cuya memoria

se citará eternamente

con grande aplauso en la historia.

26 Aquel nuestro buen hermano

Que en puro amor encendido

fue tan perfecto cristiano

que es ya por santo tenido.

35 Nava, mi pueblo amado

que abandoné siendo niño;

vuelvo a ti, viejo cansado

acógeme con cariño.

27 La iglesia que se levanta

a un extremo del lugar

donde la inocencia canta

himnos de gozo sin par.

36 En el alma la fatiga

siendo del largo viaje,

acógeme, Nava amiga,

y dame franco hospedaje.


37 Que si yo alcanzo de ti,

la paz de que estoy sediento

por la madre que perdí

te juro morir contento.

40 El dolor como el placer

se siente en ellas latir

nos anuncian al nacer

nos despiden al morir.

38 Sin familia y sin amor,

libre de ambiciones vanas

a oír volveré el clamor

de tus sonoras campanas.

41 Y hasta verlas suspendidas

en ellas el alma advierte,

que están como nuestras vidas

al capricho de la suerte.

39 Ellas con son cadencioso

hablan al alma dormida

como el eco misterioso

que une la muerte a la vida.

42 Rica perla castellana

que encendiste en santo amor,

a un Nuño y a un Leciniana,

a un Monje y a un Pisador.


CONCLUSIÖN

43 Lejos de ti me consumo,

bendita, mi Nava seas;

yo amo de ti todo, hasta el humo

que arrojan tus chimeneas.

48 ¡Madre!... no puedo evocar

esta historia sin sentir

los impulsos del llorar,

con las ansias del morir.

44 Que ese humo me hace pensar

en el labrador honrado,

vuelve cantando a su hogar

en busca del bien amado.

49 ¡Nava mía! A tu amoroso seno

me vuelvo otra vez,

para enlazar cariñoso

la infancia con la vejez.

45 Yo también de pequeñuelo

cantando a mi hogar volvía;

hogar convertido en cielo

por la santa madre mía.

50 Y pues esta inclinación

habla en mi con mayor fuerza

que el cálculo y la razón,

y no hay poder que la tuerza.

46 En sus brazos me arrojaba

con abandono inocente,

y al verme depositaba

su casto beso en mi frente.

51 Y toma impulso este afán

cada vez con nuevos bríos

yéndome a ti, como van

a la mar todos sus ríos:

47 Pronto las glorias soñadas

de la vida en los albores

fueron por mi mal, trocadas,

en tormentos y dolores.

52 Pues no puedo contenerme

vuelvo a ti cuan hijo bueno....

?Ay!... Dios quiera concederme

tranquila muerte en tu seno.


Juan de la Rosa González, nació en Nava del Rey en Diciembre de 1824.

Siendo todavía un niño le llevaron a Valladolid y después a Madrid, donde empezó a estudiar farmacia. Pronto se vió solo, abandonado a sus propias fuerzas y sin recursos de ningún género. En tan triste situación, tuvo la fortuna de contraer amistad con Calvo Asensio (entonces practicante de farmacia y pobre como él, y que luego llegó a ser una figura política), y como tenía aficiones literarias, le animó a escribir versos, lo cual hace, publicando, en unión de Calvo Asensio, entre otros dramas: Un Pechero, Fernán González, Con razón y sin razón, El honor y el dinero, que obtuvieron gran éxito.

Cuando el nombre de Juan de la Rosa empezó a adquirir notoriedad, fue en las saladisimas crónicas de La Iberia, que tanto llamaron la atención por su expontaneidad y gracia.

Otras obras del autor: Los hijos de los pobres, Un paseo a la Concepción y La vuelta a mi pueblo, poesías todas en que logra imprimir un sello especial de gracia fina y culta.

Por sus méritos fue nombrado Comendador de la Real y distinguida orden de Carlos III, y agraciado con la Cruz Americana de Isabel la Católica, sirviendo el cargo de Bibliotecario de San Isidro en Madrid, cargo que desempeñó hasta el año 1875, en que vino a ser vecino de este su pueblo al que tanto quería.

Juan de la Rosa González, falleció en esta ciudad de Nava del Rey el 27 de Noviembre de 1886. Pero su nombre será recordado con aplauso por todos los navarreses.

 


 

|PRINCIPAL|SITUACIÓN E HISTÓRIA|FIESTAS|SEMANA SANTA|

LA VIRGEN|LA NAVA EN 1930||PRONAVA|LA CARRERA|